Ese muchacho es como una droga, de esas que te van enviciando, atrapando, rodeando, de esas que te llenan de su magia, pero que a lo largo del tiempo quieras o no te consume por completo.
Estas tan en cegada cuando la consumís, que no te importa nada, ni escuchas advertencias, ni tienes en cuenta sus consecuencias.
Te acostumbran sus golpes suaves, cotidianos y letales, te hacen volverte masoquista y mirar todo desde otro punto de vista.
Y cuando al fin decidís dejarla, te das cuenta que duele mas su ausencia, que sus guantazos en el alma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario